Todo el mundo quiere plantar tomates. Pero los tomates no son fáciles: hay que ponerles tutores, hay que podarlos, y son muchas las plagas que pueden llegar. En cambio, pocos preguntan por las lechugas, esas verdes, hermosas y preciosas hortalizas. ¿Porqué será? ¿Acaso nadie come ensalada? Si supieran lo rápido que crecen, las pocas plagas que tienen y lo agradecidas que son, seguro que aprovechaban cualquier rincón para cultivarlas.
En mi mini-patio no faltan nunca, y son siempre variadas. Son solo dos y me ocupan 3 jardineras no muy grandes, a razón de dos por jardinera.
¿Cómo cultivarlas?
Lo primero es saber que las lechugas pueden ser utilizadas como comodín, aprovechando el espacio libre que te dejan otras hortalizas de ciclo más largo. Pongamos por ejemplo una maceta en la que hemos plantado una tomatera. Cuando esta empiece a dar flores, la lechuga ya estará comida y cosechada, por lo que es un muy buen método para optimizar el espacio.
Además, es bueno saber que las lechugas no presentan incompatibilidades de cultivo con ninguna hortaliza exceptuando el perejil, con el que no se lleva muy bien.
Si disponemos de muy poco espacio, podemos cultivarlas en recipientes muy, muy pequeños, a partir de 1 litro como mínimo. Pero cuanto mayor sea el contenedor, más grande se hará.
Mucha gente que empieza no sabe que las hojas de las lechugas son comestibles desde que nacen, por lo que una buena opción cuando tienes muchas semillas que se te van a caducar, es sembrarlas muy juntas y consumirlas cuando tienen un tamaño muy pequeño, En este caso resulta muy práctico cortarlas con unas tijeras para así evitarnos tener que limpiar las raíces.
La segunda opción seria dejarla crecer e ir cosechando las hojas una a una.
Las lechugas no requieren mucho cuidado y no acostumbran a sufrir plagas, al menos en mi caso. No les aplico absolutamente ningún aditamento preventivo ni curativo por lo que del huerto van directas al plato después de un ligero enjuague de agua. Lo que sí son es muy exigentes en el riego.
Tampoco son exigentes en abono, cultivo una tras otra sin problemas y sin añadir nada más que cada tres o cuatro meses. Lo único es arrancar totalmente las raíces cuando veo que van a subir a flor y darle un buen volteo al sustrato para que sea más esponjoso.
El espigado de las lechugas
Algo que siempre sorprende es ver cómo aparecen las flores (y en consecuencia, las semillas) en todas aquellas hortalizas de las que nunca vemos cómo terminan su ciclo. En el caso de las lechugas es algo espectacular.
Llega un momento en que la parte central de la planta empieza a crecer hacia arriba, tal y como puedes observar en la foto de un Cogollo de Tudela. A partir de ese momento se recomienda no consumir más hojas ya que amarguean un poco, así que si no queréis conservar semillas, os recomiendo que en cuanto empiece a subir, lo coseches totalmente.
Puedes dejar uno, alguna vez para ver todo el proceso, ¡es maravilloso! Una vez espigado le salen un montón de flores amarillas que una vez secas, se abren para expulsar montones de semillas acompañadas de una pelusilla a modo de paracaídas.
Cuando veas que las semillas están a punto de abrirse, es buena idea cortar la rama que sujeta a las flores y colgarlas boca abajo dentro de una bolsa de papel (se puede reciclar las que dan en la panadería para tal fin). Así cuando se abran caerán dentro de la bolsa y puedes recuperarlas absolutamente todas. Dejalas secar bien antes de guardarlas, ¡salen muchísimas!